Es muy fácil para cualquiera decir que una amistad puede durar toda la vida, así como también es fácil ver como esta se deteriora hasta romperse más rápido de lo que un suspiro tarda en perderse en el tiempo.
Nuestro concepto de la palabra “amistad” la mayoría de las veces es erróneo, tendemos a asociarlo con los gustos, el compartir cosas, brindar y recibir ayuda, pero inequívocamente estamos transitando el camino equivocado. En nuestra niñez y adolescencia nos aferramos a ese mal concepto, y casi siempre somos conscientes de cuan equivocados estamos en el momento que esa persona “intocable” falla, por que las personas son imperfectas, porque es utópico creer que alguien puede ser todo lo que buscamos, si nos encerramos en ello moriríamos solos. Una buena amistad puede tener sus altibajos, pero lo que la hace verdaderamente fuerte es el verse capaces de perdonar, el ordenar nuestras prioridades de modo que la persona esté delante de lo que hace o pueda llegar a hacer, de valorar su calidad humana. Porque nunca una persona será incondicional para nosotros, siempre nos defraudará sea hoy, o en veinte años. Queremos creer que no, pero la realidad es muy distinta a lo que nos empeñamos en idealizar de ella.
Nuestras vidas son simples granos de arena en una playa llena de pasos perdidos, podemos volar de un lugar a otro, podemos perdernos, mojarnos, cambiar de forma, pero nunca dejamos de ser lo que realmente somos.
La vida nos da golpes, nos hunde en lo más oscuro de nuestras propias mentes, parece que quisiera destrozarnos; pero hay veces que simplemente nos muestra cuán bella es en los pequeños detalles, o en los grandes por qué no. Es algo así como un trago agridulce, sientes el rechazo cuando el amargor roza tus papilas gustativas, pero también el deseo de seguir por que su dulzura es embriagadora.
Las personas cambian, los sentimientos cambian; pero lo que nunca cambiará son las cosas vividas.
Más de una vez luchamos contra nuestros pensamientos, contra nuestros deseos, a nuestros sentimientos, pero estos son involuntarios, no podemos reprimirlos, simplemente aparecen, algunos para ser reemplazados, otros para ser olvidados, y otros para permanecer; o quizá para crecer e instalarse en nuestros corazones, puede que en un rincón especial de él a salvo de cualquier amenaza, atesorándolo y protegiéndolo como cual dragón custodia un castillo, porque es nuestro, porque es secreto, porque lo queremos.
By: Vero
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